sábado, 30 de enero de 2016 at 2:23 with

Tal vez ellos tenían razón.

Comer grandes cantidades de alimento y después vomitarlas no parecía tener sentido. Pero para mí y para todas aquellas chicas a las que había conocido a través de algunas redes sociales si que lo tenía. Bulimia, lo llamaban.

Puede que las respuestas a mis exámenes o a por que no me iba bien en el amor no se encontrasen en el fondo del váter, pero cada vez que recurría a esta forma poco ortodoxa de vida sentía que el resto de problemas pasaban a un segundo plano y eso me hacía bien. Además de que poco a poco me vientre se iba deshinchando y  ¿Por qué no decirlo? Empecé a verme más guapa.
Yo no lo hacía por bajar de peso, al menos al principio, la verdad es que me daba igual, no era gorda. Lo había sido, pero ya no. Lo hacía por la sensación de libertad.

Lo que yo sentía al vomitar, era lo mismo que sientes después de pasar horas llorando. Paz, anestesia por todo el cuerpo y la sensación extraordinaria de que todo te importa una Eme. Me sentía agotada mental y físicamente.

Pues claro que hubiese preferido llorar antes que arrodillarme de forma indigna frente al inodoro, pero no podía meterme los dedos en los ojos y provocarme el llanto, y sinceramente repasar cada recuerdo, haciendo acopio de momentos, me resultaba demasiado doloroso como para tan siquiera intentarlo.



La Estrella de los Tejados | Hasta los Huesos
Soy de las que te muerde los sentimientos, y te araña el corazón. Amor de alquiler con opción a compra. Y algún día volveré a enamorarme. Me enamoraré de alguien que no utilice la palabra amor. No es coincidencia que todos los que hablan de amor mientan. { } />